Antioquía fue la cuna de los grandes orfebres de la plata. Un padre vende a su primogénito a un hombre rico, para que éste pueda desarrollar las grandes dotes como escultor que su hijo posee. Posteriormente, será vendido como esclavo, hasta que una mujer le haga un encargo: esculpir las efigies de los Apóstoles en el cáliz sagrado.