En 1906, Georges Braque y Pablo Picasso tenían 24 y 25 años. La Butte Montmartre es su santuario parisino donde se encuentran los artistas que necesitan reconocimiento. Braque y Picasso se hacen amigos hasta el punto de no separarse nunca. Por el momento, sus cuadros no interesan a mucha gente; sólo Apollinaire, entonces de 26 años, y el joven galerista Daniel-Henry Kahnweiler, de 22 años, vieron en ellos un inmenso potencial. Y además de su pasión por la pintura, estos cuatro chicos inseparables comparten el mismo apetito por la modernidad. Collages, desviaciones de materiales y geometrización de formas: el cubismo abrió el camino a la abstracción. Una revolución iniciada por Picasso y Braque, que cambió profundamente el rumbo de la historia del arte moderno.